CARDIOPATÍA ISQUÉMICA
Ultraprocesados, un problema de salud pendiente de resolver
Autor: Marcos García Aguado (Médico especialista en cardiología del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda, Madrid)
Fecha de publicación: 07/03/2024
Categoría: Mirada crítica
4 minutos
Este post incluye opiniones de su autor. Las partes del texto subrayadas contienen enlaces a la evidencia científica en la que se sustenta.
Los documentos de recomendación de las diferentes sociedades científicas recuerdan la necesidad de evitar los alimentos ultraprocesados por sus consecuencias en nuestra salud, como la diabetes mellitus, cáncer, enfermedades neurodegenerativas, etc.
Debemos instar a nuestros pacientes a abandonar el consumo de alimentos ultraprocesados.
Pero la consecución de este objetivo topa con tres problemas principales:
La falta de conocimiento, incluso entre el personal sanitario, de lo que es un ultraprocesado.
La confusión existente entre los ciudadanos a la hora identificar un alimento ultraprocesado e interpretar adecuadamente las etiquetas nutricionales.
Las dificultades de la ciencia para disponer de estudios de calidad que demuestren los perjuicios de los ultraprocesados.
EL PROBLEMA DE LA EVIDENCIA
La evidencia científica de calidad está basada en ensayos clínicos cegados y aleatorizados, y en metaanálisis. Estos últimos agrupan estudios con características.
En el ámbito de los alimentos ultraprocesados disponemos de mucha evidencia científica, pero de baja calidad. ¿Por qué? Porque la mayoría son estudios observacionales, que solo generan hipótesis, sin establecer certezas sobre las relaciones de causalidad.
La investigación clínica sobre los efectos de los ultraprocesados en nuestra salud presenta importantes limitaciones metodológicas inherentes. Es muy complicado estudiar los efectos en salud de cada uno de los componentes utilizados en los ultraprocesados, igualmente resulta imposible desarrollar estudios con ultraprocesados cuyos objetivos finales sean las enfermedades con las que se relacionan, por lo que se utilizan criterios subrogados, todo debido a motivos éticos (no se discute los problemas de salud que generan los ultraprocesados, por tanto, no es ético incluir en un estudio pacientes a los que se les alimente con ultraprocesados). En definitiva, no es posible disponer de evidencia aleatorizada sobre los ultraprocesados, por tanto, los estudios observacionales son prácticamente la única fuente de conocimiento. Por este motivo se recomienda emplear en nutrición el score NutriGRADE para evaluar la calidad de la evidencia científica, en vez del GRADE.
Por todo esto es muy bienvenido el estudio recientemente publicado en BMJ, consistente en una revisión “paraguas” de 45 metaanálisis sobre la asociación de los ultraprocesados con 32 parámetros de salud. Incluye casi 10 millones de personas. Por tanto, este estudio podría constituir la mayor evidencia científica disponible sobre los ultraprocesados y la salud, con resultados consistentes.
METAANÁLISIS PARAGUAS
Los metaanálisis se centran en una patología. Si analizamos diferentes metaanálisis, cada uno centrado en una patología diferente, podemos valorar la relación entre los ultraprocesados y la salud en su conjunto, justo lo que hace este estudio, y por eso se llama revisión “paraguas”.
Los resultados son contundentes. Las personas que consumen ultraprocesados presentan un empeoramiento de su salud, con aumento de casi el 50% de la mortalidad por enfermedad cardiovascular, 48% de ansiedad, 40% de diabetes mellitus, 35% de obesidad, 23% de cáncer colorrectal, 21% de mortalidad por cualquier causa, etc.
PERO ¿QUÉ ES UN ULTRAPROCESADO?
Los alimentos naturales (reales) no están procesados. En cambio, hablamos de procesado si la materia prima se somete a modificaciones. Si los cambios son muy relevantes, con abundancia de aditivos artificiales que hacen irreconocible la materia prima con intención de hacerlos más palatales, hablamos de ultraprocesados, es decir, preparaciones industriales comestibles.
Ni el contenido de azúcar, ni el de grasas saturadas o sal definen un alimento ultraprocesado. Tampoco la presencia de los aditivos utilizados para la conservación del alimento. Por eso no es factible utilizar el Nutri-Score para identificar un alimento ultraprocesado, ya que las reducciones de contenido de azúcar o grasas saturadas permite que algunos ultraprocesados mejoren su score nutricional (incluso hasta la nota A),enmascarando su verdadera naturaleza.
A modo de ejemplo:
Los garbanzos son alimentos naturales, no son procesados.
El humus hecho con garbanzos con aceite de oliva es un alimento procesado (mínimamente), pero mantiene su materia prima de origen como elemento principal y no incluye aditivos artificiales, siendo adecuado para su consumo.
El humus cuyo primer ingrediente no es el garbanzo (importante revisar la lista de ingredientes de la etiqueta) y que incluye aditivos artificiales sería un ultrapocesado, perjudicial para la salud.
LA PERCEPCIÓN
La mayoría de los alimentos de los supermercados son ultraprocesados. Parte de la industria alimentaria invierte grandes cantidades de dinero para hacer visualmente más atractivos los envases de los productos ultraprocesados, crear campañas de marketing con mensajes que apuntan directamente a nuestro centro emocional. Incluso se crean productos de aparente aspecto saludable mediante referencias destacadas a alimentos considerados saludables que se añaden en mínimas cantidades a los ultraprocesados (como las vitaminas o la fibra).
Además, estudios discutibles financiados por la industria alimentaria que contradicen los resultados de estudios independientes, consiguen sembrar dudas sobre la verdadera evidencia y la ciencia, lo que desvanece la percepción del riesgo de los alimentos ultraprocesados.
Es la “pescadilla que se muerde la cola” -pescadilla, alimento natural-, puesto que el consumo de ultraprocesados “mal acostumbra” nuestro paladar, estimula nuestro centro de recompensa y retrasa la saciedad. ¡¡Qué difícil es parar de comer un alimento ultraprocesado!!, cuando empiezas es muy difícil parar.
SOLUCIÓN
Es fundamental la implicación de los sanitarios, de los gobiernos y de la industria alimentaria. Debería existir un objetivo común: conseguir que la población no tome productos industriales que perjudican su salud.
Fórmulas hay muchas:
educación desde la infancia para el conocimiento de la importancia de la nutrición y que las nuevas generaciones tengan su paladar acostumbrado a los productos naturales (a los adultos, fuerza de voluntad para re-acostumbrar su paladar);
diseñar etiquetas de alimentos que indiquen cuando estamos ante un ultraprocesado;
crear campañas poblacionales informativas sobre los perjuicios de los ultraprocesados;
legislar para reducir los aditivos artificiales de los alimentos y limitar su grado de procesado;
legislar para evitar publicidad con mensajes engañosos;
invertir más en la prevención en salud, potenciando el papel de la enfermería educadora y la continuidad asistencial, con papel fundamental de la medicina familiar y comunitaria;
evitar la venta de ultraprocesados en los hospitales, que deberían ser centros ejemplares para una vida saludable…
La medicina debe mirar hacia atrás, a sus orígenes. Galeno de Pérgamo, médico helenista del siglo II d.C. situó la dieta como uno de los pilares fundamentales de la salud y la enfermedad. En aquellos tiempos de gran esplendor de la medicina, los médicos también eran filósofos.
Ilustración 1.Cuestiones sobre los ultraprocesados que intentamos responder en nuestro post. CARPRIMARIA